Al electorado le fascina la fortaleza y la unión en los
partidos políticos. Obviamente, sensu
contrario, castiga la falta de liderazgo sólido y las disensiones internas.
UCD, que tan buenas expectativas creó en la transición, tuvo
muy corta vida porque acabó siendo una guarida con serpientes cascabel
enfurecidas. Alianza Popular siguió los mismos pasos porque pasaba de líderes del
franquismo como Fraga a pesos pluma como Hernández Mancha. El PSOE de las dos
Gs (González-Guerra) funcionó como un reloj hasta que esa bóveda de resistencia
se vino abajo...
En tiempos de incertidumbre, la ciudadanía, que no sabe
donde agarrarse, solo aprecia un valor: la confianza que emana de la fortaleza. El PSOE ha perdido poder en
la misma proporción que ha perdido esa confianza.
La complejidad del momento facilita el análisis de que gana
el partido que más se abre a la sociedad, aumenta su permeabilidad, comparte
muchos liderazgos, actúa desde la diversidad.... Ocurre porque quizás no se
aprecia la diferencia entre incipientes valores intelectuales en franjas
sociales limitadas y el perfil psicológico del gran electorado.
De momento, y la realidad más inmediata nos lo demuestra,
fortaleza y unión son los atributos que despiertan más confianza y configuran
mayorías electorales a los partidos. El PP domina esa asignatura. Quizás no sea
muy sofisticado, pero eso es lo que hay y habría que tenerlo en cuenta.
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