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jueves, 30 de julio de 2015

L'escenari del final de "La panda de los dedos de oro"



Aquesta platjola és l’escenari del darrer paràgraf de “La panda de los dedos de oro”. Està devora el morro d’Aubarca, a la costa artanenca, immediatament desprès de deixar la badia d’Alcúdia i passar per davant del Cap Ferrutx. Ja fa anys que la vaig descobrir navegant per aquelles aigües. M’agrada perquè és un paisatge qualsevol, allunyat de la grandesa de la costa de Tramuntana: ondulacions de terra pelada amb taques de vegetació baixa. Hi ha una casa a un costat, la que vaig adjudicar a Germi, l’heroi de la novel·la. Però la mar cobra allà un color d’una intensitat turquesa com no he vist a altre lloc. Ahir hi vaig tornar i tenia aquest aspecte.

El darrer paràgraf esmentat diu així:


“En tales circunstancias, créanme, ya no pido gran cosa. Basta con levantarme a esa hora que el sol naciente alarga las sombras en la playa y las plantas de los pies desnudos perciben la frescura mineral que la arena conserva de la noche. Las olas son minúsculas pero sonoras porque, en su repetido regreso al mar, remueven una estrecha franja de cantos rodados. El agua presenta en la orilla un tejido de destellos solares en forma de inquietas y sinuosas serpientillas doradas. Entonces, después de nadar varias decenas de metros, me sumerjo en el mar acristalado y paso revista al familiar fondo arenoso salpicado de enormes guijarros redondeados entre los que circulan raspallones y doncellas. Mientras buceo en la sorda quietud submarina suele abordarme un pensamiento recurrente: tanto en lo bueno como en lo malo, lo esencial para el ser humano apenas ha cambiado desde el principio de la Historia; seguimos buscando lo mismo. Sucede que, demasiado a menudo, se nos nubla la vista con irrelevancias.”

viernes, 24 de julio de 2015

"Fortitude": misteriosas amenazas a 40º bajo cero (y el frío es lo de menos)



Las formas más tópicas del relato asocian los ambientes opresivos y angustiantes a la oscuridad y al calor. La serie “Fortitude”, lo hace con la refulgente luz ozónica del Ártico y las inmensas llanuras  níveas a 40 grados bajo cero. Este escenario insólito crea un potente clima de ansiedad y constante amenaza de algo desconocido.

Fortitud es una isla imaginada en el círculo polar ártico poblada por 800 personas a cual más zumbada – no es de extrañar – y 6.000 osos polares, descuideros de profesión, que se los zampan al menor tropiezo. Los pobres padecen un hambre voraz porque el constante deshielo por el calentamiento del planeta ha hecho desaparecer las focas, menú favorito de los plantígrados del frío.

En el primer capítulo un taxista dice a un recién llegado: “La nieve, los témpanos, la ventisca, los paisajes helados…. Pero no se confunda amigo; no es Navidad”. En efecto, en los 12 capítulos de la serie inglesa si una cosa aprendemos es que el hielo conserva tesoros pero también horrores: para no cometer spolier me limitaré a apuntar a un niño paranoico de 10 años que descuartiza a su profesor. Y eso es lo menos impactante…

El permanente paisaje helado provoca sombras y resentimientos al tiempo que despierta fuerzas oscuras que atacarán a los trastornados habitantes de Fortitude. Como contrapartida, la estética ártica ofrece unos paisajes de tanta belleza que despiertan más inquietud que placer. Por no hablar de los primeros planos de la mancha de rojo sangre sobre la blancura inmaculada de la nieve, que configuran el icono estético de la serie.

La trama es sencilla – va de toxinas - y se complementa con un pseudo alegato ecologista. La banda sonora es, por sí sola, inquietante y turbadora: destila el pavor melódico del plano del cuchillo en la mano asesina segundos antes de retirar la cortina de la ducha en la que se asea, ausente al peligro, Janet Leight.

“Fortitude” se deja ver. Son 12 episodios insólitos, de baja temperatura pero con acaloramientos. Todos bajo un turbador cielo blanco. Recomendable.

lunes, 20 de julio de 2015

Mitja volta i cap enrere: ADÈU


Avui ha estat el meu darrer dia oficial de feina. He constatat que tinc una vida laboral de més de 42 anys de cotització a la Seguretat Social. Ha arribat l’hora de la jubilació, allò que abans es coneixia popularment  com “el retiro”. Imagino que podria haver seguit fent feina en allò que ha estat la meva ocupació durant els darrers 15 anys: la política institucional. Però he decidit encetar una etapa vital nova, amb referències noves i ocupacions personals noves. Són nous temps polítics que necessiten de gent nova, sense tutories i amb tot el dret a equivocar-se.

Recuperaré el meu vell ofici d’escriure en la vessant d’observació periodística (hi he dedicat un quart de segle) a la qual hi afegiré la novel·lera, de pràctica més recent. Desprès de “La panda de los dedos de oro”, que acaba de complir el seu primer aniversari, ja faig feina en un altre projecte:  una trama fosca – amb pinzellades eròtiques, marca de la casa – que es desenvolupa en la Palma del segle XVII, un còctel d’història-ficció. També tinc projectes de biografies obertes en canal de gent de Mallorca que ha viscut vides insòlites en la més gran discreció.

Seguiré amb el meu blog (www.jordibayona.com) però abandonaré la crònica política dels darrers anys. El convertiré en un calaix de sastre: crítica de series de TV (ja n’he posades dues), suggerències de restaurants bons i econòmics, propostes de llibres que m’han agradat i tota una miscel·lània sortida del meu bloc de notes.

Per tant, amagueu les criatures: circularà pel carrer un altra desenfeinat amb ganes de veure coses, analitzar-les amb esperit crític i contar-les a qui les vulgui escoltar. Tota una tabarra. Això sí, amb el distanciament que  dona el rodatge i desprès d'haver llençat el rellotge-despertador a la mar.


jueves, 16 de julio de 2015

Periodistas y políticos, cada uno a lo suyo.



Foto de Pedro Luis Raote
La aproximación de los periodistas a la libertad de expresión es: “Yo digo a todo el mundo lo que me da la gana, pero cuidadito con lo que se dice de mí”. Y si algún incauto se permite corregir/criticar al periodista (en privado y ya no digamos en público) que se prepare para pasar un viacrucis con corona de espinas; el del Gólgota será un juego de niños.

Con ese registro comportamental, la libertad de expresión circula por una vía de sentido único. Conduce a lo de la paja y la viga en ojo ajeno: un periodista se mofa de la falta de renovación de un partido político y en su redacción son los mismos desde hace 20 años y emplean exactamente las mismas rutinas analíticas. (Ejemplo basado, como las series de TV, en hechos reales). Esas son las reglas del juego: una batalla desigual.

Dada esa circunstancia… ¿Es apropiado que el Ayuntamiento de Carmena y sus podemitos monten una oficina antifraude de la información? He encontrado por ahí un titular que les va clavado: brabucones y pardillos.  Al teatro debe irse tosido y, a la política, llorado de la prensa.

El gobernante tiene la obligación de cumplir el programa por el que fue elegido por mayoría popular (aunque Carmena reduzca los programas a “meras referencias”) más allá de las críticas de periodistas. Cuentan de Tinín Areces, antiguo presidente de Asturias, que prohibía leer la prensa a los miembros de su Gobierno hasta media tarde con la sana finalidad de que tomaran las decisiones matinales según su propio criterio y no el de un periodista/cronista que, en la mayoría de los casos, no presenta un nivel mayor de información, ni de formación ni de inteligencia.

En cualquier caso, periodistas y políticos, cada uno a lo suyo; nada de Pogroms para los profesionales de la discrepancia, que bastante tienen la gran mayoría de periodistas de a pie, con sus sueldos de miseria, aterrados por la amenaza del paro y sus vidas cutrillas y desordenadas. Y los políticos que se apliquen la frase de Goethe (que no sale en el Quijote, por cierto): “...Pero sus estridentes ladridos / solo son señal de que cabalgamos...”.

Brabucones y pardillos que gobiernan tienen todavía mucho que aprender. Da la impresión que se vuelven histéricos con unas goteras pero ignoran, despreocupados, la existencia de un tsunami. Por la cuenta que nos tiene, y a falta de mayores capacidades y aptitudes, les deseo suerte.









martes, 14 de julio de 2015

"Vikings": lo del casco con cuernos es una trola

Confieso que el único vikingo de mi vida ha sido durante décadas el rey  Ragnar, con la cara de Kirk Douglas en el film de Richard Fleischer “Los Vikingos” (1958). Y tuve que esperar hasta 2013 para vivir mi propio camino de Damasco cuando un rayo divino me hizo caer del caballo con la serie “Vikings” de Michael Hirst para el History Channel. Solo desde entonces sé que Ragnar se apellidaba Lodbrok , un tipo que, con los 30 episodios exhibidos, protagoniza una serie fascinante por su rigor histórico y que ilumina un interesante período de la oscura Edad Media en los fríos confines nórdicos del mundo entonces conocido.

Ragnar es un granjero ingenioso, inconformista y visionario para quien la vida solo tiene sentido cuando lucha a muerte para saquear pueblos extranjeros: Northumbria, Bretaña, Francia… Su carrera culmina cuando alguien le pasa el chivatazo de una ruta marina que llega al estuario de un río navegable que conduce hasta París, el sancta santorum los saqueadores, que ocupa un sorprendente último capítulo.


¿Quién se atreve con Lagertha?

La serie ofrece un ameno tratamiento enciclopédico de un pueblo al que solo conocemos por su casco con cuernos (que por cierto nunca existieron, fue una invención de los grabadores románticos). La rudeza y valentía de sus guerreros tenía truco: la muerte en combate les conducía directamente al Walhalla, donde les esperaba Odín con todos los placeres imaginables. También eso implicaba a las mujeres; mientras en el mundo civilizado las doncellas bordaban sueños encerradas en sus castillos, las vikingas luchaban en la batalla como búfalas en celo. A nadie le gustaba encontrarse a las malas con Lagertha, la mujer de Ragnar, que decapitaba con un simple zigzag de espada.

“Vikings” nos hace navegar con sus barcos y sus instrumentos de navegación, que en aquel entonces constituían la Fórmula 1 de los mares. Los contruye Floki, un personaje enigmático medio ingeniero y medio vidente que domina el universo de las formas geométricas y de la física.



Invasiones, guerras civiles, luchas intestinas familiares, pasiones amorosas, visiones religiosas (con un interesante duelo Odín-Jesucristo)… en un mapa histórico donde lo riguroso entretiene. Tres cortas temporadas de 10 capítulos que carecen del interminable sex-appeal de Juego de Tronos ni falta que le hace. La serie, situada en el siglo VIII, destila una extraña modernidad.

Muy recomendable.




jueves, 9 de julio de 2015

¿Necesitas un durísimo electro-shock de realidad? Prueba con los Gallagher...

Como aprieta el calor veraniego – entre otras cosas – hay que ventilar este blog que a partir de ahora mismo, plancha, pliega y guarda el análisis político en el arcón para cuando haga más frío o se considere conveniente.
De entrada, esta página se ilustrará con comentarios de series televisivas que, hoy por hoy, es el fenómeno de entretenimiento con más poder de convocatoria y que, con frecuencia, saja con un fino bisturí lo que ocurre en las vidas de los habitantes del planeta Tierra.

Se inaugura la temporada con “Shameless” , que viene a ser algo así como “Sinvergüenzas”.  

Una comedia/drama de Showtime que presenta a los Gallagher, una familia de los barrios humildes de Chicago, con un padre al que le importan un bledo sus seis hijos y cuyo interés esencial es vivir de subsidios y chutarse con lo que sea, incluida la gasolina o el Calisay. En tal dulce hogar se practica un cruel egoísmo que, a menudo, debería avisar al espectador de la emisión de imágenes de gran impacto.

En cada episodio los Gallagher se hunden en las arenas movedizas de la carencia más absoluta y la disfuncionalidad. Los desastres se suceden sin cesar en una montaña rusa en aplicación del principio: “desastre llama a desastre”.  Los seis hijos, entre 20 y 2 años, basan su existencia en evitar las putadas que se ensañan con quienes la vida ha suspendido por haber nacido en el lugar equivocado. Viven al puñetero día… ¡Qué digo!... ¡Al puto minuto! Y se defienden como un  nido de serpientes cascabel ante el ataque exterior.

Componen un fresco de lo que es la vida en el siglo XXI y donde el lenguaje guarro alterna con escenas sublimes de humanidad protagonizadas por esos nuevos parias de la Tierra.  Los seis jóvenes gestionan el amor con la misma diligencia que exprimen su mísera economía. Cuando llegan las facturas de la luz, toda la camada contribuye sacando de sus bolsillos billetes arrugados pillados aquí y allá.

La serie engancha porque propone un escenario de una dureza muy poco habitual en tiempos de paz; viven una vida dura durísima que ocuparía el primer lugar en la escala de la dureza, detrás del diamante, el corindón y el topacio. La careta de entrada es ya toda una propuesta.

Jurassic Parc demostró que la vida se abre camino en las condiciones más adversas, pero los Gallagher se la abren a machetazo limpio, con la garantía de que, con tanta agitación siempre se suele cortar la cabeza de alguien. Eso sí, sin querer.

A resaltar la gran interpretación de William Macy como papá Callagher y de Joan Cusack como una vecina, ama de casa depresivo-compulsiva, en descarnada lucha contra la soledad, una batalla en la que todo vale.

Shameless es el gran cuadro de la desigualdad expuesto a corazón abierto. Vista la serie concluimos que quienes hablamos de desigualdad en las Redes, no tenemos ni idea de lo que hablamos.

Altamente recomendable.

Una vida chunga para siempre



jueves, 2 de julio de 2015

La Guerra de Troya no debería haber tenido lugar


Cuando esa derecha financiero/política europea se escandaliza por la convocatoria del referéndum griego me dan ganas de marchar sobre la Bastilla. Esos Reyes de la Desigualdad, que ovillan su discurso monolítico ultraliberal, se preguntan qué pinta la opinión de los ciudadanos cuando se hacen negocios. Si les hablas de democracia deben consultar su significado exacto en el diccionario; tienen alguna noticia de ella pero muy vaga.

La circunstancia no mejora en el lado griego. La legitimidad de un referéndum se quiebra cuando se usa de comodín en una partida de póker. Cero en estrategia para Tsipras: no saques la bomba atómica si no aniquilas a tu enemigo; si lo dejas con vida sal corriendo, con lo cabreado que está te triturará porque posee más poder atómico que tú. Alguien debería decirle al presidente griego que hay un Día D+1 y el lunes ya ha perdido el efecto disuasorio, sea cual sea el resultado. Entonces la Troika Negra le endilgará lo de “decíamos ayer…” El problema volverá a la casilla de salida.

No se puede utilizar al pueblo griego como escudo humano en una negociación. No puedes decir a la gente que a esos capitalistas europeos los vas a poner en vereda con un chasquido de dedos. No puedes plantear una guerra en campo abierto contra un enemigo que multiplica tus fuerzas por cien; en todo caso, utiliza la guerrilla y las emboscadas en la jungla. Todo queda muy épico y muy “Novecento” pero, al despertar, el dinosaurio sigue allí. Los griegos deberían saber, más que nadie, que la Guerra de Troya nunca debería haber tenido lugar.