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viernes, 31 de mayo de 2019

Els secrets de "Bésame, ódiame... ¡Haz algo!", explicats per Bárbara Galmés



Aprofitant la Fira del Llibre de Palma, compliré una tasca pendent: publicar la presentació de "Bésame, ódiame... ¡Haz Algo!", realitzada per Bábara Galmés, que em sembla la sinopsis i l'anàlisi més perfectes sobre la novel.la. Són uns 6 minuts de lectura.

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Un placer estar aquí para invitarles a la lectura de esta cuarta novela de Jordi Bayona. Como siempre, un novelón de 383 páginas y que, si el editor no lo impide, hubiera sobrepasado las 500. De nuevo, dos o tres novelas por una. Un auténtico regalo. Novela en castellano y catalán (una originalidad más), llena de historias, el trasfondo de distintos momentos históricos, miles de anécdotas y diferentes motivos temáticos…
La novela presenta una estructura cerrada en capítulos con título, con distintas secuencias también con título, que nos orienta perfectamente la lectura.
Empecemos con el título, equívoco. “Bésame, ódiame… pero haz algo”. Me temo que muchos hayan pensado que vamos a hablar de una novela sentimental, de amor y muerte o algo así... No, no es una novela romántica ni de las que antes se llamaban rosa… En realidad, nos encontramos ante una novela ecléctica y multigenérica: novela confesional, en primera persona, novela generacional, novela erótica (hay mucho sexo), novela histórico-política, con toque de ensayo e, incluso, aunque el título no parece aventurarlo (y menos el original), novela feminista (si es que esta existe. Ya sabemos que es una vieja polémica no resuelta).
La portada, -una maravilla-, nos proporciona alguna pista: una potente Anita Eckberg delante de un mapa físico de Mallorca. Sí, la novela trata de Mallorca y de los mallorquines, de Palma y sus habitantes, desde mitad de los cincuenta hasta bien entrados los 80. Y sí, la protagonista narradora es tan potente y sugestiva como la  Eckberg y también se llama  Anita.
Vayamos pues con la narración y sus dos puntos de vista narrativos, con sus dos protagonistas, y con el eje argumental que estructura la novela. Ana María Ortíz Rodríguez, natural de Campanario, provincia de Badajoz, recoge en el tanatorio las cenizas de Don Lleonard Sans i Desbrull, LSD para los amigos. Ella, “su amante fija discontinua de toda la vida”; Él, “el fundador y dirigente de la Plataforma per al’Autodeterminació de Balears, insigne doctor en filosofía y filólogo de la lengua catalana en la universidad y columnista de los principales periódicos y webs soberanistas”. Deposita las cenizas en su casa y las convierte en receptoras de su larga letanía, conversación, evocación, queja, confesión, reconocimiento, declaración de amor… de un largo soliloquio durante el día de fin de año, la Nochevieja y madrugada de año nuevo.
A muchos les recordará Cinco horas con Mario, pero como ella misma dice “Ni tú eres Mario, ni tenemos Delibes que lo cuente”. Efectivamente, ella no es la Carmen tradicional y conservadora (creo que si fuera hoy votaría a Vox) que recrimina a un Mario, mudo y de cuerpo presente, su progresismo y su intelectualismo. Aquí, Anamari, es todo lo contrario, un ejemplo de lo que ahora llamarían, “algunos y algunas”, mujer “empoderada”. Vamos, una luchadora, mujer de carne y hueso, vital, avanzada, que de pobre niña extremeña de Los Mochuelos, ávida de aprender y saber, que empieza con la Espasa Calpe en la finca donde trabajan sus padres pasa años después, en Mallorca, a titulada universitaria y empresaria de negocio lucrativo (aunque no muy ortodoxo).  Aquí, el nuevo Mario, versión autodeterminista mallorquina, tiene la posibilidad de responder a través de sus escritos que ha legado a Anamari en unas libretas negras que ella transcribe: de ahí que parte de la novela esté en catalán y de ahí que LSD no sea un personaje plano y sin la oportunidad de defensa como en la novela de Delibes.
En estos tiempos de lazo amarillo y del sustantivo “político” convertido en adjetivo, Anamari será para algunos una mujer políticamente incorrecta. O seguramente es Bayona el políticamente incorrecto para el sector favorable a la autodeterminación como si España fuera un país colonial. Está claro, o al menos a mí me lo parece, que el autor se identifica con la narradora en muchos de sus planteamientos y cuenta desde esa voz de mujer. Y ¡Qué bien lo hace! ¡Cómo ha captado la psicología y el habla de una mujer del sur con su especial gracejo! Así, en oposición a la novela de Delibes, es ella, y su apuesta vital y valiente, la que queda por encima del progresismo de salón, de la un tanto ridícula y absurda (ahí está la crítica) actitud inútil y clasista de él y sus compinches, camaradas, compañeros de viaje… (el Núcleo Duro y los Periféricos).  Personajes sin desperdicio que no dejan de recordarme los “señoritos de mierda” de Marsé o a los “señoritos de nacimiento con mala conciencia de clase” de los versos de Gil de Biedma. Revolucionarios de buena familia y futuros herederos de propiedades que luchaban por la autodeterminación más de palabra y gestos que de hechos y que la protagonista, nacida en un medio hostil y con graves dificultades para abrirse camino, no logra entender aunque acabe hablando y escribiendo en catalán y ayudando a Lleonard a escribir su tesis sobre la Renaixença.  En la balanza, indudablemente, pesa más ella. Anamari, con su sabiduría popular, su psicología intuitiva y su sociología de calle, se convierte en una analista perspicaz del comportamiento humano y, muy especialmente, del masculino. No puedo menos que citarles algunas de sus sentencias:
El amor…ya se sabe. No es más que lujuria con un buen marketing”.
“Cuando te enfrentas a la vida a mordiscos no te importan las guarniciones, sino el plato principal”.
“Por muy sabios que seáis, los hombres desconocéis los misterios de la sensualidad femenina. Ignoráis los códigos eróticos y amatorios de las mujeres.”
“Comportamiento mallorquín cien por cien. Lo sabemos todo. No decimos nada. Pero lo seguimos recordando en silencio”
“El odio solo desgasta y corroe a quien lo destila mientras que el odiado se suele fumar un puro a tu salud”.
Pese a todo, ella ama a Leonard y por eso mismo quiere también a sus amigos. Les perdona sus puntos débiles, que son muchos, porque además el conflicto no es el enfrentamiento forastera/independentistas ni estamos hablando de una versión de El amante bilingüe de Marsé. No, el conflicto es otro: el silencio de LSD, su torpeza sentimental y su autismo emocional. Si la relación progresa es gracias a una buena dosis de sexo desbocado, desaforado, libre, salvaje, creativo, (por cierto, descrito con todo lujo de detalles). Será gracias a la lectura de sus confesiones en los cuadernos que el silencio se rompa, Lleonard se reivindique y Anamari lea todo lo que él fue incapaz de decirle en vida.
Además, de este conflicto nos encontramos con un tercer motivo argumental: En algún momento de la noche han de hablar de “el caso” (aquí las resonancias son de El Lazarillo) y la narradora nos mantiene en vilo sobre un misterioso cuarto de la casa de Lleonard. Deberán esperar al capítulo 5 y yo no voy a desvelar nada. Quiero que devoren las páginas sobre ese anuncio no revelado que mantiene la tensión de la lectura, su suspense e intriga perfectamente medidos…
Pero aquí no acaba la novela que nos ofrece mucho más. Como he dicho al principio, revivimos la historia y la intrahistoria recientes de Mallorca y de España: el antifranquismo, los del 68, los hippies, la Barcelona universitaria de los mallorquines que estudiamos en el tardofranquismo y primera transición, Juan Carlos, la legalización de PCE, la llegada al poder de Felipe González… De ahí referencias a Franco, a Fraga, la revista “Triunfo”, los dos canales de TV, las “Historias para no dormir”, la Pantoja, el festival de Eurovisión…
Es también una novela de ciudad, la novela de la Palma de la segunda mitad del XX. La casa del Carrer del Sol como símbolo. Revisitamos bares, locales, personajes, costumbres, discotecas, calles que nos remiten a la nostalgia de una ciudad que ya no es la que era. Jack el Negro y el Jartans, La casa del socorro y el Hospital general, La casita de El Terreno y el Joe’s, el Kentucky y Casa Vallés, Miss Europa y Aina Moll de profesora en el Juan Alcover, Josep Melià y Sara Montiel, el implicado en un atentado contra Franco, Pere Font Adrover, y los diversos gobernadores civiles… 
Y ¿cómo no? La descripción lírica de la visión de la ciudad luminosa que se iba acercando cuando llegábamos en el barco de “la Trans”.
Por eso también tiene mucho de novela generacional: reconocemos a amigos y conocidos tras nombres ficticios, reconocemos tipos y prototipos que han ido poblando nuestra vida.
Además, incluye las músicas que acompañan a los protagonistas en su peripecia y que nos acompañaron también a todos nosotros. La banda sonora es indudablemente de Los Javaloyas: “Everyday is sunday in Majorca” pero el concierto de Jimy Hendrix en Sargent’s Peppers forma parte de la historia. Escuchamos els Cants dels Ocells y a Raimon, a Adamo y Bowie, los Beatles, los Rollings, los Doors, “Ne me quitte pas”… 
Y por supuesto, también hay cine, mucho cine, y la visión de “Jules et Jim” es fundamental en la trama, pero también está la escapada a Perpignan y “El último tango en París”; por supuesto, “Novecento” y el Buñuel de “Belle de jour”. 
Y también hay literatura, mucha literatura: Lolita, La Metamorfosis, el segundo sexo, La plaça del diamant, A sangre y fuego, Sender, La guerra civil de Hugh Thomas, la magdalena de Proust y Virginia Woolf, y la Duras, la Yourcenar… En fin, que en la novela encontrarán todo nuestro andamiaje cultural y recobrarán la memoria. 
Una novela pues necesaria, una interpretación de un tiempo, de una época, una revisión de nuestro pasado y un replanteamiento de nuestro presente y futuro (que “ya no es lo que era”). Y no digo más, porque me parece que he hablado demasiado, pero hay mucho, muchísimo más. Aprovechen las vacaciones para leerla. Lo pasarán muy bien.