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lunes, 31 de agosto de 2015

Ada Colau sufre impotencia


Dia 1 de setiembre, primer blog de la rentrée.

¿Qué temas recuerdo del mes de agosto? Esencialmente dos.



1. El jolgorio de los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, al descubrir que en verano hace calor y, a veces, en la canícula de agosto, mucho calor ¿Llegaran a desvelar en exclusiva que en invierno hace frío y que en ocasiones llega a nevar en Balears?

2. Ana Colau, cuando está de vacaciones y distendida, piensa. En declaraciones a ELPAIS leo que  se siente impotente a la hora de resolver los casos particulares de gente que la aborda y que le explica su sufrimiento. Cuando era una activista, sin ir más lejos, se disfrazaba de superwoman  y se enfrentaba a la policía para tratar de evitar un desahucio. Algunos logró aplazarlos, pero no evitó ninguno. Nunca se evita una decisión judicial. Ahora, desde la poltrona de alcaldesa ya no puede hacer estos números y como no puede resolver el problema, se siente impotente.


Foto de Albert García publicada en ELPAIS
Pero, cuidado; Colau prepara toda una batería de acciones para cambiar el sistema. Reproduzco literalmente: “aumentar las becas comedor y las viviendas de alquiler social, promover políticas de empleo través de la agencia Barcelona Activa, aprobar planes de impulso del comercio de proximidad y del turismo sostenible y la rehabilitación urbana y energética”. ¡Toma castaña! ¡La revolución mundial! ¡Cómo han podido ser tan listos, tan innovadores! Además, de vez en cuando...¡van en Metro! La releche transformadora.

Vinieron para cambiarlo todo. Constataron que era imposible. Ahora hacen lo que algunos ya hacían, pero lo hacen peor porque les falta experiencia y no saben localizar las bombas-lapa de la Administración. ¿Y ahora qué?

domingo, 2 de agosto de 2015

Una estrambótica pareja de polis que lo controlan todo menos a sí mismos


Después de las primeras temporadas de “True Detectives”, cualquier prevención es poca ante una nueva serie de polis; cuesta creer que superará el listón. Pero “The Killing”, al menos en su versión USA, lo salta con autoridad.

Y no lo consigue por la trama. Basta con decir que un subtítulo de promoción es “Quién mató a Rosie Larsen”, patético remake del “Quién mató a Laura Palmer” (una quinceañera que hoy será cuarentona), del maestro David Linch en “Tween Peaks” (1990). Un serial killer de jovencitas impresiona menos que un recital de Paquirrín.

Lo consigue gracias una la pareja de policías sobre la cual pivota todo el interés de la serie, no tanto por lo que averiguan sino porque, cada uno en su género, está bien zumbado.

La poli es Sara Linder (Mireille Enos), la pelirroja robótica que sería perfecta para ser estudiada un Congreso Internacional de Autismo. Diez en intuición y dedución policial, pero cero en expresión y gestión de emociones y sentimientos. La clavas una aguja y sale de todo menos sangre. Un personaje salido del mismo horno en el que se coció a la detective Sonya Cross (Diane Kruger) en “The Bridge”.

El poli es Stephen Holder (Joel Kinnaman), un niño grandullón blancuzco, barbilampiño, descarado, parlanchín y pendenciero. Está doctorado en el lenguaje de chulo callejero, habilidad que completa con un violento viaje de la mano que, por menos de nada, impaca en el cogote de su interlocutor. En realidad es un ex yonki que lo acaba de dejar.

Son día y noche, blanco y negro, ying y yang, agua y aceite. Pero ambos sufren un oculto denominador común: son niños abandonados criados en la selva de los hogares de acogida. El interés de la pareja radica en sus habilidades psicológicas para detectar e interpretar los demonios de los demás y su nula capacidad para dominar los propios.

Por lo demás es una producción impecable, con interrogatorios contados con planos secuencia circulares, con intrigantes planos que solo se comprenden veinte minutos después y un montaje de expresiones con el que se podría hacer una película muda. A no perderse el capítulo dedicado por entero a los últimos días de un recluso en el corredor de la muerte; está a la altura de “A sangre fría” y demás obras maestras del género.

En definitiva, una buena serie sostenida por una pareja de polis por quienes acabas sintiendo ternura porque son capaces de descerrajar tiros a los sesos de cualquiera sin registrar el menor aumento de tensión sanguínea pero sufren como torturados cuando se ven obligados a decir “te quiero” a quien quieren con locura.