Hoy no sólo
comienza la vista contra Jaume Matas sino el juicio popular contra una manera
de concebir y hacer política. Hoy afloran, y se pone negro sobre blanco judicial, todas las truculencias del poder que la intuición de la ciudadanía imaginaba
que ocurría puertas adentro del palacio presidencial.
Lo
fantástico de la historia es el proceso personal de asunción de impunidad que
asumió el que fuera ministro de Medio Ambiente (“el gato en el cuarto de las
sobrasadas”, dijo alguien) por el que se otorgaba el derecho de reñir personalmente
y castigar a quien no le había guardado fidelidad absoluta, el premio a los
amigos mediante el cínico desprecio a la normativa de concursos y subvenciones,
la fatua ostentación de compras inmobiliarias de altísima gama o la soltura de su esposa para adquirir en comercios
de Mallorca todo tipo de bienes con fajos de 500 euros. Gestos de
ingenuo principiante o de ciego mesías.
Es conocido
que la corrupción no afecta
electoralmente al PP pero convendría que tomara nota por si acaso.
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