La espiral de sufrimiento de los ciudadanos no se transforma en rebeldía en la medida que debería hacerlo. |
Me sorprende la desatada alegría
popular por la encarcelación de Bárcenas. Ese pájaro de cuentas debería estar
entre rejas desde hace tiempo. Un tipo con 43 millones en Suiza, que daba
sobresueldos a los dirigentes del PP y que gestionaba comisiones de obras
públicas debería ser ya un conocido inquilino de la cárcel, así como docenas de
colaboradores. Nos conformamos con bien poco.
La ciudadanía española
jamás ha sufrido una rapiña de derechos y servicios tan dura en democracia. Un
funcionario me justificaba el porqué no hay una respuesta social contundente a
esos abusos: “Si leyeran cada día el BOE y analizaran los efectos de cientos de
disposiciones que se publican a diario, se organizaría una revuelta popular.
Para bien o para mal, la gente no se entera”. Construyen un nuevo orden de
desigualdades en todos los aspectos de la vida cotidiana, desde la sanidad a la justicia, la educación,
el medio ambiente... Al final de legislatura tendremos un país muy distinto;
mucho peor, se entiende. Y quizás irreversible.
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