Catalunya es ya oficialmente un país en vías de independencia. Lo acaba de asignar el president Mas, al rebufo de la mani de ayer: "somos una nación que necesita la estructura de un Estado". CIU vivirá de esto en la próxima década y ganará todas las elecciones. Se acabó el pujolismo, aquel nacionalismo transaccionador y participativo del Estado español. Ganaron los jóvenes lobos. En definitiva: desde hoy se dibuja un nuevo mapa político.
Mas debería erigir un monumento al PP en la Plaça de Catalunya, con Rajoy, Aguirre y Cospedal al frente. CiU jamás había conseguido lo que con ellos ha alcanzado: que la independencia sea un proyecto político con esperanza que sirve de válvula de escape para los miles de ciudadanos que ya están hartos de una situación insostenible y, a menudo, insultante con ellos.
¿Creían que los desprecios hacia el Estado de las Autonomías y las rancias incitaciones al neocentralismo eran gratis? Pues ya les acaban de pasar la factura en forma de una gran brecha sobre el territorio que será muy difícil de tapar. Y todo desde el civismo y la ausencia total de violencia. Veremos, ellos que son tan listos, como lo resuelven.
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