Transcribo un testimonio
real que he vivido hoy mismo. “Con la reforma laboral no me movilicé porque
tenía una plaza de concurso-oposición en una empresa pública y parecía un
puesto seguro. Con los recortes en educación tampoco porque, dado que no tengo
hijos en edad de estudio, me cuesta calibrarlos. El aumento de los
medicamentos, como no soy excesivo usuario de farmacia, no lo valoré demasiado
y no me moví. Con el cierre de los dos hospitales de Mallorca, yo que estoy
sano, no participé en las manifestaciones. El pasado jueves me comunicaron por
sorpresa el despido: 20 días de
indemnización por año. En 15 días habrá uno más en la legión de parados. Me
quedan cuatro años para acabar la hipoteca del piso, mi único patrimonio. Soy
administrativo, estoy divorciado, vivo solo y tengo 54 años. ¿Y ahora qué hago?”
Solo con la movilización
permanente y en todos los frentes
lograremos recuperar derechos arrebatados y, sobre todo, la dignidad de
personas. No queda otro remedio.
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