Participo de la indignación del 15-M y estoy seguro que sus gentes reflejan
un sentir generalizado de que vivimos en una democracia con demasiadas zonas de
injusticia. Si a eso añadimos la deriva de la globalización de los
mercados, que pisotean los Estados
comenzando por el de Bienestar, constataremos que su sentimiento puede ser
compartido por amplias capas de la sociedad. Pero confieso que me cuesta ir más
allá por mucha voluntad que ponga.
En una campaña de propuestas concretas han llegado a recoger 14.700 ideas.
Para mi sorpresa, la más compartida es la de la supresión de privilegios
políticos, iniciativa loable pero que, hoy por hoy, no nos resuelve la angustia
social que padecemos. Más bien parece un chivo expiatorio que hay que sacrificar
para que los dioses nos libren de las desgracias que nos asolan.
Y ni una palabra de los privilegios de los banqueros. A ellos también les
conviene, como dijo Botín, que la culpa sea de los políticos. Y olé.
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