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miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿Prohibimos el uso de los cuchillos?

El precio del auge de las telecomunicaciones es la
 pérdida de la 
intimidad. 
Cuanto antes nos hagamos
 a la idea, mejor.

En la noche del 11 de setiembre de 2001 el presidente de los Estados Unidos se reunió con los máximos responsables del departamento de Defensa en un lugar secreto. El objetivo era dar respuesta, en pocas horas, a la mayor agresión exterior sufrida en su territorio desde el nacimiento del país. Tras seis horas de reunión, la primera potencia militar del mundo no sabía qué hacer.

Se habían quedado anticuados. El siglo XXI había comenzado y ellos no se habían enterado. El mayor arsenal bélico del planeta se les había quedado, de pronto, inservible. No sabían donde lanzar la bomba atómica. Décadas configurando ejércitos con tanques, aviones, baterías antiaéreas... no servían para la respuesta militar a su mayor agresión. La nueva arma eran las telecomunicaciones.

Los enemigos de los EEUU se habían colado por los agujeros de las redes digitales. Había, pues, que repararlas y a eso se pusieron. Doce años más tarde, resulta que han estado escuchando a Merkel cuando dice a su marido que ya regresa a casa y que puede tirar el arroz.


No comprendo la ingenuidad de las quejas del espionaje ¿Alguien pensó que el desarrollo descomunal de las TIC era gratis? No podemos escandalizarnos de una herramienta que adoramos – todos - en el altar de la civilización. Sería como querer prohibir el uso de cuchillos porque con ellos se cometen asesinatos. El riesgo cero hace años que dejó de existir. Y eso no ha hecho más que comenzar. Abróchense los cinturones.

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