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jueves, 23 de mayo de 2013

El ruido de los cabritos

Cuando el juez pregunta a  Mersault – el protagonista de “El extranjero”, de Camus –  por el motivo que le movió a asesinar a un desconocido en la playa responde: “No sé, hacía mucho calor...”

Cambiemos el calor por el ruido y tendremos situaciones cercanas al crimen en muchas ciudades españolas, entre ellas Palma. La vida cotidiana está duramente golpeada por el ruido en una sociedad sin educación cívica ni respeto por el vecino. Ante esta situación, el Ayuntamiento de Palma acaba de sacar una ordenanza mucho más permisiva con los decibelios permitidos.

Para colmo, los munícipes apelan a un  curioso axioma: “hay que hacer compatible la actividad económica con el descanso de los ciudadanos”. Mañana propondrán compatibilizar las actividades al aire libre con la contaminación atmosférica”.

La buena noticia es que aumentan las sanciones por los ruidos de noche. Eso supondrá la ruina del Ayuntamiento, autor de la mayor parte de la estridencia nocturna con sus camiones de recogida de basura.

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