Uno de los vicios más nefastos de la falsa democracia es
justificar iniciativas injustificables con el argumento de que “tenemos una
mayoría absoluta y, por tanto, el apoyo de la mayoría de los ciudadanos”.
Cuando esos falsos demócratas se sienten apurados, cuando la razón ya no les da más
de sí, cuando tienen el agua al cuello, sacan la carta del voto de la mayoría
de los ciudadanos, como si las mayorías absolutas ampararan las tonterías
absolutas. Es más: ni siquiera la aceptación popular es sinónimo de bondad. La
pena de muerte podría tener mayoría en muchos referéndums y ello no avalaría su
solvencia. La telebasura produce los programas más vistos y rentables pero a
nadie se le ocurre decir que son los mejores, ni siquiera sus propios
promotores.
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