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lunes, 24 de marzo de 2014

Qué acierto, qué inmenso acierto.

Suárez, a la izquierda, en los momentos más dramáticos del 23-F
1. La muerte de Adolfo Suárez me evoca los movidos años de la Transición, con su tobogán de vivencias intensas y sorpresas. Por vez primera, desde la derecha franquista surgía un modelo ajeno a la carcundia imperante, un tipo con aspecto dinámico que gustaba a las mujeres de izquierda y que trabajaba la redundancia con el latiguillo “puedo prometer y prometo”. En realidad, el nombramiento de Suárez no prometía el menor avance y hasta un historiador entonces de moda – Ricardo de la Cierva - se permitió acuñar lo de “¡qué error, qué inmenso error!”. Hoy constatamos que fue clave para la reinstauración de la España democrática.
2. Tendemos a magnificar las dificultades actuales comparándolas con las del pasado, “cuando todo era más fácil”. No sé qué decir porque, dicho en dos pinceladas, la cosa estaba más o menos así: Los componentes de las Cortes eran elegidos por Franco; amenazaba un constante golpe de Estado militar concretado al menos en dos ocasiones; el paro llegaba al 28% y la inflación al 23%. La renta per cápita anclada en los 3.000 dólares (hoy más de 40.000); España vivía aislada del mundo, llamaba a la puerta de Europa pero nadie respondía; se acababan de producir ejecuciones políticas al garrote vil y asesinatos masivos de la extrema derecha como los de Atocha...
3. Y, sin embargo, se salió adelante... A base de lucha unitaria, claro.

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