Hay que despojar de las primarias el componente dramático. No son un combate mundial de pesos pesados. (Foto Gjon Mili) |
1.Uno de los mitos
de las elecciones primarias es que, al día siguiente de celebrarse, todo el
mundo se pone a remar con el nuevo timonel. Es eso, un mito. Las implicaciones
personales que se crean en cualquier tipo de campaña política son de tal calibre que los efectos del estrés emocional entre las personas perdura mucho tiempo, en algunos casos toda la vida. El fenómeno afecta por igual a ganadores y a
perdedores.
2. Un experto en
demoscopia, conocedor de los perfiles de opinión en Baleares, comentaba que el
peligro de las primarias del PSOE balear no está en quien gane, puesto que en
las próximas elecciones autonómicas ambas candidatas obtendrían un nivel de
apoyo muy similar frente al PP. Situaba el reto en el día después de la
elección interna, en el inventario de daños en el interior del partido. Ni
siquiera preocupa que entre el segmento más fanático se produzcan deserciones -
que hasta podría ser algo positivo - sino que lo grave es la inhabilitación
emocional de medio partido contra otro medio, la decepción muda, las
incontrolables fobias personales que vician comportamientos y decisiones hasta
el absurdo.
3. Desengañémonos; carecemos de la grandeza republicana francesa
y de la práctica de usos electorales norteamericanos. El castizo “conmigo o contra mí” causa
estragos en este país, lo asola. Para evitarlo solo tengo una recomendación
imposible: el uso de la razón por encima de la pasión, que provoca un benéfico
distanciamiento clínico en el día a día. Se conserva la salud y, de paso,
acumula la pasión para el momento decisivo, el de verdad, en mayo de 2015, cuando
toda será poca.
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