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lunes, 20 de enero de 2014

La ley de un obseso autoritario y paranoico entra en vigor en Balears

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Los ataques a la libertad nunca son anecdóticos
y exigen rebeldía. Foto: Alabama 1956
1. Escribo bajo el impacto del reglamento de la Ley de Símbolos, que ayer entró en vigor en Balears. Desde las primeras líneas me ha olido a la prosa detallista, autoritaria y paranoica de las dictaduras, un tufo a naftalina de las primeras normativas nazis para el gueto judío de Varsovia o de los edictos de los alcaldes falangistas en la postguerra. En realidad tienen un denominador común evidente: una amplia relación de lo prohibido y para el resto hay que pedir autorización expresa.
2. No me tranquiliza saber que se trata de la obra de un obseso anticatalanista y su escudero, que sufren del mismo mal: ignorancia aleada con maldad y un enfermizo espíritu totalitario. Como a Nerón, no les importa que arda Roma. Cuando se ejerce el poder institucional a través del trastorno, la ofuscación y el desequilibrio es fácil romper la cáscara del huevo de la serpiente y, entonces, la picadura mortal a la libertad está más cerca.
3. No será fácil explicar a los amigos de la península que en los centros educativos de Balears no se puede exhibir libremente la bandera que el Ayuntamiento de Palma en pleno y primeras autoridades transportan con gran ceremonial cada 31 de diciembre para celebrar la entrada en Palma del rey Jaume. Creo inútil recordar que los recortes a la libertad jamás son menores ni anecdóticos; en consecuencia, exigen rebeldía.

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