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miércoles, 3 de julio de 2013

El desgarrador beso de despedida


Tregua veraniega. Ningún  cuerpo resiste una situación de estrés contínuo como la que nos ha sometido la derecha balear, española y europea. También reconozco que no hay ingenio que cumpla la circunstancia de lo permanente. En consecuencia, por lo uno y por lo otro, tregua veraniega. Pero jamás un  paso atrás - como decían los protagonistas de la Revolución cubana – ni para tomar impulso.

Este blog, sin embargo, no cierra; simplemente cambia de contenido tras el solsticio de verano  y hasta que las tormentas agosteñas anuncien el final de los grandes calores. Continuará en forma de foto con pie, un producto periodístico imperecedero. Comienza a continuación con una sección de varios capítulos: el beso.



Nadie sabe el origen del beso. En la oscuridad del tiempo aparecen noticias del instinto humano de olfatearse y lamerse, de la permanencia del instinto de succión animal y hasta de tendencias canibalísticas. La mujer del Cromagnon, fabricaba la papilla de sus crías masticando alimentos y se la daba a través del boca a boca...

Hoy, sin el beso, no hay expresión de amor. Si el amor no proclamado no existe, el beso es la alquimia para su creación.

Entre todos los besos, el de la despedida es el más desgarrador. Debe haber alguien que recuerde que no siempre existió Twitter ni Instagram para seguir la huella del ausente; en aquellos tiempos remotos, el beso desesperado del adiós era el lacrado de una carta de amor irracionalmente eterno que guardaban en su boca el confuso viajero de incógnitos destinos y el desamparado sedentario que hacía de la espera su esperanza de reencuentro.

Sin el beso, el ser humano no sería tal.

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