Aprofitant la Fira del Llibre de Palma, compliré una tasca pendent: publicar la presentació de "Bésame, ódiame... ¡Haz Algo!", realitzada per Bábara Galmés, que em sembla la sinopsis i l'anàlisi més perfectes sobre la novel.la. Són uns 6 minuts de lectura.
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Un placer estar aquí para invitarles a la lectura de esta
cuarta novela de Jordi Bayona. Como siempre, un novelón de 383 páginas y que,
si el editor no lo impide, hubiera sobrepasado las 500. De nuevo, dos o tres
novelas por una. Un auténtico regalo. Novela en castellano y catalán (una originalidad
más), llena de historias, el trasfondo de distintos momentos históricos, miles
de anécdotas y diferentes motivos temáticos…
La novela presenta una estructura cerrada en capítulos con
título, con distintas secuencias también con título, que nos orienta
perfectamente la lectura.
Empecemos con el título, equívoco. “Bésame, ódiame… pero haz
algo”. Me temo que muchos hayan
pensado que vamos a hablar de una novela sentimental, de amor y muerte o algo
así... No, no es una novela romántica ni de las que antes se llamaban rosa… En
realidad, nos encontramos ante una novela ecléctica y multigenérica: novela
confesional, en primera persona, novela generacional, novela erótica (hay mucho
sexo), novela histórico-política, con toque de ensayo e, incluso, aunque el
título no parece aventurarlo (y menos el original), novela feminista (si es que
esta existe. Ya sabemos que es una vieja polémica no resuelta).
La portada, -una maravilla-, nos proporciona alguna pista:
una potente Anita Eckberg delante de un mapa físico de Mallorca. Sí, la novela
trata de Mallorca y de los mallorquines, de Palma y sus habitantes, desde mitad
de los cincuenta hasta bien entrados los 80. Y sí, la protagonista narradora es
tan potente y sugestiva como la Eckberg
y también se llama Anita.
Vayamos pues con la narración y sus dos puntos de vista
narrativos, con sus dos protagonistas, y con el eje argumental que estructura
la novela. Ana María Ortíz Rodríguez, natural de Campanario, provincia de
Badajoz, recoge en el tanatorio las cenizas de Don Lleonard Sans i Desbrull,
LSD para los amigos. Ella, “su amante
fija discontinua de toda la vida”; Él, “el
fundador y dirigente de la Plataforma per al’Autodeterminació de Balears,
insigne doctor en filosofía y filólogo de la lengua catalana en la universidad
y columnista de los principales periódicos y webs soberanistas”. Deposita
las cenizas en su casa y las convierte en receptoras de su larga letanía,
conversación, evocación, queja, confesión, reconocimiento, declaración de amor…
de un largo soliloquio durante el día de fin de año, la Nochevieja y madrugada
de año nuevo.
A muchos les recordará Cinco
horas con Mario, pero como ella misma dice “Ni tú eres Mario, ni tenemos Delibes que lo cuente”. Efectivamente,
ella no es la Carmen tradicional y conservadora (creo que si fuera hoy votaría
a Vox) que recrimina a un Mario, mudo y de cuerpo presente, su progresismo y su
intelectualismo. Aquí, Anamari, es todo lo contrario, un ejemplo de lo que ahora
llamarían, “algunos y algunas”, mujer “empoderada”. Vamos, una luchadora, mujer
de carne y hueso, vital, avanzada, que de pobre niña extremeña de Los Mochuelos,
ávida de aprender y saber, que empieza con la Espasa Calpe en la finca donde
trabajan sus padres pasa años después, en Mallorca, a titulada universitaria y
empresaria de negocio lucrativo (aunque no muy ortodoxo). Aquí, el nuevo Mario, versión
autodeterminista mallorquina, tiene la posibilidad de responder a través de sus
escritos que ha legado a Anamari en unas libretas negras que ella transcribe:
de ahí que parte de la novela esté en catalán y de ahí que LSD no sea un
personaje plano y sin la oportunidad de defensa como en la novela de Delibes.
En estos tiempos de lazo amarillo y del sustantivo “político”
convertido en adjetivo, Anamari será para algunos una mujer políticamente
incorrecta. O seguramente es Bayona el políticamente incorrecto para el sector
favorable a la autodeterminación como si España fuera un país colonial. Está
claro, o al menos a mí me lo parece, que el autor se identifica con la
narradora en muchos de sus planteamientos y cuenta desde esa voz de mujer. Y ¡Qué
bien lo hace! ¡Cómo ha captado la psicología y el habla de una mujer del sur
con su especial gracejo! Así, en oposición a la novela de Delibes, es ella, y
su apuesta vital y valiente, la que queda por encima del progresismo de salón,
de la un tanto ridícula y absurda (ahí está la crítica) actitud inútil y
clasista de él y sus compinches, camaradas, compañeros de viaje… (el Núcleo Duro
y los Periféricos). Personajes sin
desperdicio que no dejan de recordarme los “señoritos de mierda” de Marsé o a
los “señoritos de nacimiento con mala conciencia de clase” de los versos de Gil
de Biedma. Revolucionarios de buena familia y futuros herederos de propiedades
que luchaban por la autodeterminación más de palabra y gestos que de hechos y
que la protagonista, nacida en un medio hostil y con graves dificultades para
abrirse camino, no logra entender aunque acabe hablando y escribiendo en
catalán y ayudando a Lleonard a escribir su tesis sobre la Renaixença. En la balanza, indudablemente, pesa más ella.
Anamari, con su sabiduría popular, su psicología intuitiva y su sociología de
calle, se convierte en una analista perspicaz del comportamiento humano y, muy
especialmente, del masculino. No puedo menos que citarles algunas de sus
sentencias:
“El amor…ya se sabe. No es más que lujuria con un buen marketing”.
“El amor…ya se sabe. No es más que lujuria con un buen marketing”.
“Cuando te enfrentas a
la vida a mordiscos no te importan las guarniciones, sino el plato principal”.
“Por muy sabios que
seáis, los hombres desconocéis los misterios de la sensualidad femenina.
Ignoráis los códigos eróticos y amatorios de las mujeres.”
“Comportamiento
mallorquín cien por cien. Lo sabemos todo. No decimos nada. Pero lo seguimos
recordando en silencio”
“El odio solo desgasta
y corroe a quien lo destila mientras que el odiado se suele fumar un puro a tu
salud”.
Pese a todo, ella ama a Leonard y por eso mismo quiere
también a sus amigos. Les perdona sus puntos débiles, que son muchos, porque
además el conflicto no es el enfrentamiento forastera/independentistas ni
estamos hablando de una versión de El
amante bilingüe de Marsé. No, el conflicto es otro: el silencio de LSD, su
torpeza sentimental y su autismo emocional. Si la relación progresa es gracias
a una buena dosis de sexo desbocado, desaforado, libre, salvaje, creativo, (por
cierto, descrito con todo lujo de detalles). Será gracias a la lectura de sus
confesiones en los cuadernos que el silencio se rompa, Lleonard se reivindique
y Anamari lea todo lo que él fue incapaz de decirle en vida.
Además, de este conflicto nos encontramos con un tercer
motivo argumental: En algún momento de la noche han de hablar de “el caso”
(aquí las resonancias son de El Lazarillo)
y la narradora nos mantiene en vilo sobre un misterioso cuarto de la casa de
Lleonard. Deberán esperar al capítulo 5 y yo no voy a desvelar nada. Quiero que
devoren las páginas sobre ese anuncio no revelado que mantiene la tensión de la
lectura, su suspense e intriga perfectamente medidos…
Pero aquí no acaba la novela que nos ofrece mucho más. Como
he dicho al principio, revivimos la historia y la intrahistoria recientes de
Mallorca y de España: el antifranquismo, los del 68, los hippies, la Barcelona
universitaria de los mallorquines que estudiamos en el tardofranquismo y
primera transición, Juan Carlos, la legalización de PCE, la llegada al poder de
Felipe González… De ahí referencias a Franco, a Fraga, la revista “Triunfo”,
los dos canales de TV, las “Historias para no dormir”, la Pantoja, el festival
de Eurovisión…
Es también una novela de ciudad, la novela de la Palma de la
segunda mitad del XX. La casa del Carrer del Sol como símbolo. Revisitamos
bares, locales, personajes, costumbres, discotecas, calles que nos remiten a la
nostalgia de una ciudad que ya no es la que era. Jack el Negro y el Jartans, La
casa del socorro y el Hospital general, La casita de El Terreno y el Joe’s, el
Kentucky y Casa Vallés, Miss Europa y Aina Moll de profesora en el Juan
Alcover, Josep Melià y Sara Montiel, el implicado en un atentado contra Franco,
Pere Font Adrover, y los diversos gobernadores civiles…
Y ¿cómo no? La
descripción lírica de la visión de la ciudad luminosa que se iba acercando
cuando llegábamos en el barco de “la Trans”.
Por eso también tiene mucho de novela generacional:
reconocemos a amigos y conocidos tras nombres ficticios, reconocemos tipos y
prototipos que han ido poblando nuestra vida.
Además, incluye las músicas que acompañan a los protagonistas
en su peripecia y que nos acompañaron también a todos nosotros. La banda sonora
es indudablemente de Los Javaloyas: “Everyday is sunday in Majorca” pero el
concierto de Jimy Hendrix en Sargent’s Peppers forma parte de la historia.
Escuchamos els Cants dels Ocells y a Raimon, a Adamo y Bowie, los Beatles, los
Rollings, los Doors, “Ne me quitte pas”…
Y por supuesto,
también hay cine, mucho cine, y la visión de “Jules et Jim” es fundamental en
la trama, pero también está la escapada a Perpignan y “El último tango en
París”; por supuesto, “Novecento” y el Buñuel de “Belle de jour”.
Y también hay
literatura, mucha literatura: Lolita, La Metamorfosis, el segundo sexo, La
plaça del diamant, A sangre y fuego, Sender, La guerra civil de Hugh Thomas, la
magdalena de Proust y Virginia Woolf, y la Duras, la Yourcenar… En fin, que en
la novela encontrarán todo nuestro andamiaje cultural y recobrarán la memoria.
Una novela pues necesaria, una interpretación de un tiempo, de una época, una
revisión de nuestro pasado y un replanteamiento de nuestro presente y futuro
(que “ya no es lo que era”). Y no digo más, porque me parece que he hablado
demasiado, pero hay mucho, muchísimo más. Aprovechen las vacaciones para
leerla. Lo pasarán muy bien.