De vez en cuando la
realidad nos recuerda que vivimos en un país donde un centenar de cenutrios homicidas
se citan – en las redes sociales, por supuesto – para matarse entre ellos. Se
trata de deficientes mentales camuflados de hinchas futbolísticos que se retan
a darse palos porque sí, como si se tratara de un duelo de espadachines del
siglo XVIII pero en realidad no era más que una gresca sanguinaria entre clanes
de pre homínidos.
En este mismo país una
buena parte de desheredados y recortados sociales, familias mantenidas con la
pensión del abuelo, lloran desconsoladamente la muerte de una aristócrata
octogenaria que cuyo patrimonio es de 3.200 millones de euros, que es
exactamente el presupuesto de la Comunidad Autónoma balear. Entre sollozos alaban
la generosidad de la finada mientras apagan la estufa porque, ellos de verdad,
no pueden pagársela.
Gran parte de esa misma
gente, que apenas puede hacerse cargo del copago de los medicamentos, increpa a
la Hacienda Pública por haber encarcelado a una tonadillera defraudadora. Francamente, el telón de fondo social de la
España de 2014 tiene definitivos trazos
buñuelescos (en ambos sentidos de la palabra).
Buñuelos de viento (surrealistas), se entiende, que sólo contienen aire...
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