El 20 de
febrero de 2012 España se jugó su prestigio y lo perdió: todo el mundo avanzado
contempló con perplejidad la expulsión del juez que emprendió la investigación
del caso Gürtel y el de las víctimas de la guerra civil, Baltasar Garzón. En estos casi tres
años han pasado muchas cosas: desde convertirnos en el país europeo con más
desigualdades hasta llegar al mayor desprestigio de las instituciones y la
política.
Hoy, casi
tres años más tarde, y en cumplimiento del principio de Murphy, todo puede
empeorar: Si el PP – hay que hablar claro – consigue apartar del caso Gürtel al
juez Ruz, con el retraso que eso supondría para una causa que ya colea desde
hace cinco años, ya no solo supondrá un mazazo para la ya mermada credibilidad del Gobierno Rajoy sino que la espiral de furia social aumentará sus revoluciones con grave riesgo
para la integridad del motor.
Luego, que
nadie se extrañe si, como dijo ayer Rubalcaba, la gente se prepara a ir a las
urnas con el voto de Podemos entre los dientes.
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