Y
pensar que en estos momentos (mañana del 23 de diciembre de 2014) el Rey está grabando de nuevo su discurso de
Nochebuena o, al menos, introduciendo improvisados párrafos familiares más allá
de lo de “la Reina y yo”…
Es evidente que el pueblo encendido por la crisis y
el sufrimiento – aunque no tanto como para atacar la Bastilla - necesita
sangre para aplacar su sed de venganza. Por mi parte confieso que me siento
satisfecho, sin necesidad de desagravios mayores. La Infanta Cristina ,
descansando sus regias posaderas en el banquillo que todavía guarda la calidez
de las nalgas más corruptas y las conciencias más sucias Baleares me es
suficiente porque significa para ella la peor condena. La multona económica
que le pueda caer, le trae sin cuidado; alguien la pagará.
El juez
Castro se ha convertido en el héroe navideño de este año; merecería entrar por
las chimeneas de las casas para regalar juguetes a los niños. Pero sin mermar
su virtud, hay que reconocer que la pandilla de cortesanos aduladores se lo han
puesto fácil: desde Rajoy hasta Hacienda, por no hablar de este fiscalillo
llamado Horrach, que en un plisplás ha dilapidado el honor acumulado; sin
tanto babeo en la defensa de una aristócrata acusada de fraude a la caja de
todos, hubiera quedado mucho mejor. Tanta sobreactuación defensiva por tierra,
mar y aire, se ha vuelto en contra de la propia defendida.
Siento expresar
mi optimismo por vivir en un lugar donde ocurren estas cosas. Y quien diga que
sabía que algún día una hija y hermana de Rey se sentaría en este banquillo,
miente.
Felices
Fiestas y mejor 2015.
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