1. Escribo
esta entrada unos días después para comentar más desapasionadamente. El pasado
jueves, 1 de mayo, fiesta del trabajo, fue un día soleado en una Palma
radiante. El centro de la ciudad estaba atestado de paseantes y turistas, las
terrazas llenas y en el Parc de la Mar la llamada Feria de la Cerveza atraía a
un gran público. A la manifestación tradicional convocada por los sindicatos
acudieron, según la prensa, unas 2.000 personas; como testigo presencial creo
que fueron algunas menos… En cualquier caso, la reivindicación de los
trabajadores pasaba poco menos que ignorada en un ambiente urbano y cosmopolita
de día de fiesta al sol.
2. Sólo
con que hubiera acudido a la mani un representante de cada familia en la que
todos están en el paro y no tienen ingresos habría habido un mínimo de 52.000
personas. No hablemos si se hubieran añadido las personas en paro de larga
duración, las que viven en el umbral de la pobreza, o trabajadores explotados
con horarios de esclavo y sueldos de miseria en negro. Es evidente que, a la
hora de mobilizar, los sindicatos deben ponerse al día. Este tipo de manis ya
no van a ninguna parte.
3. Los
distintos gobiernos del PP deben estar encantados: para controlar la
reivindicación bastó con una docena de aburridos policías que, ante el clima de
paz reinante, miraban la hora para irse a casa. La historia pasada y la
reciente indican que el poder político y económico de la derecha solo reacciona
ante la intimidación de la clase trabajadora. Es evidente que ya no da miedo.
Ignoro si ha llegado a la claudicación definitiva, aunque no me extrañaría.
Quizás convendría recordar que muchos sindicalistas del mundo entero dieron su vida
para intimidar al poder y defender a la clase trabajadora.
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