El mundo se ha vuelto gregario y uniformista. Las tecnologías de la comunicación nos reflejan un comportamiento con tendencia al unitarismo: cada día sin excepción, entre las 7 y las 10 de la mañana, circulan en Facebook y Twiter centenares de millones de fotos de mesas compuestas para el desayuno, con zumos de frutas, bollería diversa y manojo de flores. Enviamos una foto de nuestra mesa a alguien que acaba de enviar la suya.
El miedo provocado por las crisis económicas ha
empeorado la situación y nos ha vuelto cobardes, sin valores sociales que
defender y con una débil capacidad de respuesta.
El pasado 14 de abril me entretuve en ojear algunos documentos sobre la
Segunda República y más allá de los nombres propios conocidos, aparecen
millares de hombres y mujeres dispuestos a defender sus ideas al precio que
sea, profesionales que renunciaban a su comodidad para dedicarse a la mejora
del conjunto de la sociedad... La solidaridad y la entrega era tónica
generalizada; el debate de las ideas era el protagonista social. La gente de la
calle se armaba para defender el sistema democrático de la amenaza del
fascismo...
Cada época tiene características distintas, pero me temo que tras décadas
de guardia baja vienen tiempos en el que hay que echar mano de la discrepancia,
expresarla abiertamente, dar un paso al frente y actuar sin miedo y generosidad
para reconducir con firmeza la situación. Nuestros abuelos lo
hicieron...
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