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domingo, 21 de abril de 2013

Por la expresión contundente de la discrepancia


















El mundo se ha vuelto gregario y uniformista. Las tecnologías de la comunicación nos reflejan un comportamiento con tendencia al unitarismo: cada día sin excepción, entre las 7 y las 10 de la mañana, circulan en Facebook y Twiter centenares de millones de fotos de mesas compuestas para el desayuno, con zumos de frutas, bollería diversa y manojo de flores. Enviamos una foto de nuestra mesa a alguien que acaba de enviar la suya.

El miedo provocado por las crisis económicas ha empeorado la situación y nos ha vuelto cobardes, sin valores sociales que defender y con una débil capacidad de respuesta.

El pasado 14 de abril me entretuve en ojear algunos documentos sobre la Segunda República y más allá de los nombres propios conocidos, aparecen millares de hombres y mujeres dispuestos a defender sus ideas al precio que sea, profesionales que renunciaban a su comodidad para dedicarse a la mejora del conjunto de la sociedad... La solidaridad y la entrega era tónica generalizada; el debate de las ideas era el protagonista social. La gente de la calle se armaba para defender el sistema democrático de la amenaza del fascismo...

Cada época tiene características distintas, pero me temo que tras décadas de guardia baja vienen tiempos en el que hay que echar mano de la discrepancia, expresarla abiertamente, dar un paso al frente y actuar sin miedo y generosidad para reconducir  con firmeza la situación. Nuestros abuelos lo hicieron...

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