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sábado, 24 de diciembre de 2011

Qua paren la guerra un momento


Alguien nos obliga a vivir estas navidades bajo el signo de la incertidumbre e incluso, para algunos, del miedo. No recuerdo la llegada de otro año con tan malos augurios como 2012: hay coincidencia en determinarlo, desde su fase prenatal, como un año perdido. Me rebelo ante tal resignación. Como ciudadanos libres  debemos resistirnos a que alguien, desde la oscuridad, organice nuestras preocupaciones.

N o hay causas realmente calamitosas: ningún meteorito fuera de órbita amenaza el planeta ni se extiende el contagio de una peste mortal. Los sismógrafos no prevén terremotos. Simplemente somos víctimas de una crisis financiera provocada en otro continente que nos recorta, en mayor o menor medida, el bienestar alcanzado. El origen de todo tiene una clara naturaleza virtual y, por tanto, reconducible por los hechos y la voluntad de los ciudadanos.

Churchill reconoce en su autobiografía que pasó media vida preocupado por temidos acontecimientos que nunca ocurrieron. Gila, mucho más cercano, lanzó un duro mensaje a la mandíbula del pesimismo: “Oiga... ¿Es el enemigo? ¿Podrían ustedes parar la guerra un momento? ...”

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