El Instituto de Salud detecta un alarmante aumento de grasas en la sangre de la población que provoca
colesterol y multiplica ictus e infartos. Un grupo de médicos culpa a la mala
gestión de la dirección del Hospital de Referencia, piden su sustitución y
aseguran tener la fórmula para detener la enfermedad. La presión es tan grande y la necesidad de nuevas
soluciones tan imperiosa que, finalmente, se produce el recambio.
De entrada se sabe que el
nuevo equipo directivo está capitaneado por el socio de la mayor fábrica de
embutidos de la región, clausurada por triplicar en sus productos la cantidad
de grasas permitida y por publicidad engañosa.
Su primera medida es
anunciar que no tienen remedio para combatir la epidemia y que en el próximo
año seguirá aumento el número de enfermos. A continuación deciden: cambiar el
nombre del hospital, substituir las batas verdes de los médicos por otras de
color teja, despedir al personal de limpieza, implantar tasas por visitas médicas,
suprimir las televisiones de las habitaciones y aumentar el sueldo de los
principales componentes del equipo directivo.
Este, desgraciadamente, es el cuento.