África es el origen de los tiempos. Si nos remontamos
decenas de miles de años, hasta Donald Trump viene de allí. Mi amigo Bathie Tall
recuerda de sus tiempos de estudiante el discurso de Léopold Sédar Senghor en la
Universidad de Dakar donde dijo que “La razón es helena, pero la emoción es negra”. El gran líder africano del siglo XX no quiso con ello
marcar un territorio con fronteras sino
precisamente lo contrario: la necesidad de unos y otros para unirse y
completarse.
A la hora de contrastar nuestras fuerzas, creo que debemos ofrecer tablas:
- Senegal no tiene grandes autopistas como las europeas, pero posee una fértil tierra rojiza que da idea de su riqueza mineral.
- No conserva
ciudades medievales históricas, pero allí abundan misteriosos bosques de
baobabs y palmeras de una magnificencia que corta la respiración.
- Carece de la
grandeza de las catedrales góticas, pero sus puestas de sol doran un paisaje
íntimo y reposado capaz de provocar el síndrome de Stendhal con la misma
intensidad que el Duomo de Florencia.
- Apenas utilizan tecnología punta pero goza
de un capital humano de una belleza física y moral insuperable.
- Es cierto que en sus vidas se aprecia a menudo oscurantismo y superstición, pero ignoran el significado de la palabra depresión y no necesitan psicoanalistas
- Es cierto que en sus vidas se aprecia a menudo oscurantismo y superstición, pero ignoran el significado de la palabra depresión y no necesitan psicoanalistas
- Por lo
general no surgen grandes emprendedores ni innovadores, pero trabajan los
valores de la solidaridad y la amistad con un compromiso que ya quisiéramos
para nosotros los europeos.
Eso, tablas.
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