El camino que
ha conducido a la nueva situación tiene un nombre: periodismo declarativo y
estadístico. Decenas de periodistas salen cada día con un artilugio
de grabación en la mano en busca de alguien que diga algo que pueda ser
rebatido por otro alguien que también diga algo para luego volver al primer
alguien para que conteste lo que el segundo alguien ya contestó. Así de
sencillo.
Después de
ocupar la primera parte de la jornada pidiendo limosna (“Dígame argo, por favó)
deciden ir a la realidad para contar cosas que suceden realmente y para ello recurren a
los documentos estadísticos, que viene a ser algo así como seguir el pulso de
la Liga de fútbol con el Soccer 2015 de la Play Station.
Hagan la
prueba: por cada noticia del tipo “Una indigente mata a otro en Palma tras
pelearse por un sitio para dormir” hay decenas del tipo: “PSIB y Podemos se
acusan de no respetar sus acuerdos y Més critica de nuevo a Jarabo” o “La
fiscalía abre 4.305 diligencias por delitos y faltas de menores”.
Un estudio de la Universitat Autónoma de Barcelona señalaba en los años 90 que el 85% de noticias que aparecen en los medios lo hacen a resultas del interés de alguien ajeno a los medios. Me temo que el porcentaje ya se queda muy corto.
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