La imagen es el becerro de oro que ciegamente adora la sociedad del siglo
XXI. Así lo entienden también los yihadistas del Estado Islámico, que ya no
necesitan comprar potentes armas para su guerra santa ni hacer explotar aviones
contra edificios. Para sembrar el terror les basta ahora un video casero y un
simple puñal corvo para degollar a una persona. Incluso menos: una jaula donde
quemar vivo a alguien.
Las imágenes del piloto jordano ardiendo vivo entre barrotes han
aterrorizado al mundo. Recuerdan las brutales
piras humanas de la Inquisición, solo que entonces los asesinatos eran presenciados
por varios cientos de personas y ahora por varios cientos de millones.
La imagen ha tervigersado la trascendencia de los hechos. Mueren decenas de
personas por una bomba en un mercado iraquí y, como no hay imágenes, nadie se
desgarra las vestiduras. La de un desgraciado jordano ardiendo, conmueve al
mundo. Lo inventaron los directores de informativos de televisión: solo
hay noticia si hay imagen. Los terroristas les han tomado la palabra al pie de
la letra.
Un dato: cada año mueren más de 30.000 civiles por arma de fuego en los
Estados Unidos (tres cada hora). Son víctimas olvidadas, no tuvieron la
grandeza informativa de la imagen.
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