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Foto de Robert Doisneau |
Creo
que fue Iñaki Gabilondo quien dijo algo así como: si los motores de las próximas
elecciones van a ser la cándida ilusión propiciada por unos y el siniestro miedo
alimentado por otros, apañados vamos. Jordi Sevilla, por su parte, jugueteaba hoy
en Twitter con que si falló el Mercado, el Gobierno, el Parlamento, las
empresas… también fallaron los votantes. Por no hablar de Ortega y Gasset
cuando se preguntaba si notarios, profesores, científicos, profesionales,
trabajadores… toda la sociedad es tan inteligente como dice ser ¿Por qué eligen
a quienes consideran peores políticos? ¿No será que todos padecemos de la misma
condición?
Lamento
tener que vivir en un entorno social tan simplista y manipulable en la era de
la gran eclosión de la comunicación. Los flautistas de Hamelín se cuentan por
miles con legiones de ratas detrás de la musiquilla. Cuesta encontrar una frase
de periodista, empresario, político, sindicalista, futbolista, universitario o fresador que no sea previsible y hueca cuando no falsa. El engaño, en sus formas más
poliédricas, ocupa todo el espacio.
En
consecuencia, demasiada gente, con tanto cabreo como ignorancia, echa leña al
fuego de la opinión disparatada. Una gran pira en la que, aventada por las redes
sociales, arde la jerarquía de criterios objetivos y racionales. Como lo que está de moda es la emoción, ya todo vale. Se suelta - a todo
volumen - cualquier opinión sin contrastar y se propicia un encendido debate
basado en información falsa.
Siento
decir que, sin información solvente, convertimos la democracia en pura bazofia.
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