Foto de Bedrfich Grunzweig. New York, 1959 |
Esta es la última vez que escribo de Podemos (y de Pablo
Iglesias (PI), que es lo mismo), al menos antes de las elecciones. Me niego a
participar en ese juego de la videocracia y la viralidad que tan bien dominan y con el que han
conseguido que cualquier ventosidad que emana de su culo se convierta en
noticia con cientos de comentarios favorables y TTs.
PI está a punto de perder – de hecho creo que ya la ha
perdido – su oportunidad histórica para participar en el cambio de timón que la
democracia del siglo XXI requiere. Su aparente aportación inicial era la de
echar un cubo de agua fría sobre las cabezas cansadas y dormidas de un mundo
político que precisa renovación a gritos. Ocurre que los avances progresistas –
al menos en Europa – se concretan en la capacidad de lograr consensos
mayoritarios en torno a una idea pero jamás amenazando a amplios sectores de
quienes también perciben, a su manera, la necesidad de cambio.
La arrogancia
jamás fue la argamasa para forjar consensos. Nadie puede decir: “Os voy a echar
a todos por vuestra demostrada incapacidad y me voy a poner yo, que tengo la
solución para todo”. Y si además de se trata de un grupo de profesores de pico
de oro que se hacen con el eslogan de Obama de hace 8 años, succionan el
concepto “casta” de Beppe Grillo y se inspiran en el insurreccionismo
bolivariano, la oportunidad está definitivamente perdida.
Estratégicamente ya ha marcado su espacio de minoría. Al
descalificar la Transición democrática ("Régimen", dice con desdén manipulador), se echa encima a los millones de
ciudadanos que vivieron la ilusión de transformar
una dictadura en una democracia sin que mediaran guillotinas y la instauración
de un amplio período de democracia, desarrollo y prosperidad. También hubo sus
zonas oscuras, claro. Pero en todo caso, tomando la palabra a Felipe González,
discutir en 2014 lo que se debía de haber hecho en 1975 es una soberana
tontería.
Durante la próxima campaña electoral asistiremos a una
operación de maquillaje de PI para dulcificar sus descabelladas propuestas
iniciales. Este maestrillo de las tertulias televisadas disimulará sus ascos
por la democracia representativa y su amor por las revoluciones populistas al
estilo latinoamericano. Pero que nadie se lleve a engaño: su incontinencia
verbal lo traicionó cuando soltó lo de “se folla desnudo pero se liga vestido”.
Lástima de oportunidad perdida.
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