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domingo, 12 de junio de 2016

China 2016: Trabajar como chinos (3)

A primeras horas de la mañana, el gigantesco metro de Shanghai de alta capacidad va abarrotado, como lo van los metros de todo el mundo, pero tratándose de una ciudad china (24 millones de habitantes) mucho más. La mayoría de los pasajeros están absortos en las pantallas de sus distintas terminales móviles pero si uno se fija en los contenidos que tanto les fascinan constatará que la mayoría ofrecen culebrones locales y mangas animados. 

Mi amigo Fan, un chino/español, me cuenta que en China, la gran mayoría de personas tiene escrita su biografía social en el momento de nacer; a nadie se le pasa por la cabeza alterar el guion previsto y asume sin frustrase una vida sosa, sin demasiadas sorpresas.

La sociedad en ebullición económica convive con costumbres arcaicas: en la Plaza del Pueblo de Shanghai se monta semanalmente un mercadillo de solteros donde los padres ofrecen sus hijos/as en edad de merecer para llegar a un acuerdo de boda. 

En amplias zonas del interior del país la vida discurre con la monotonía de hace varios siglos con primitivos paisajes solo alterados por cadenas de inmensos bloques de pisos que acompañan la eclosión demográfica. La vigorosa sangre del yuan, que circula por las grandes arterias financieras del país, pierde impulso a medida que se aleja del corazón de los rascacielos de Lujiazui.

El trabajo sin limitación alguna es la espina dorsal de la vida de cientos de millones de chinos. Un humilde agricultor monta un tenderete de verduras en un mercadillo del barrio viejo de Shanghai a las seis de la mañana y permanece al frente hasta el anochecer del mismo modo que un alto cargo de las empresas financieras del Pudong asiste al alba y al ocaso en su despacho sin moverse. No pasan por ser grandes creativos, su fuerza radica en la dedicación sin límite al trabajo, sea cual sea, con tal de que obtenga el mayor beneficio; el resto de la vida, parece anecdótico y sin demasiado interés.





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