Escribo esto cuando la coalición de izquierda radical
Syriza, capitaneada por Tsipras, tiene un pie en cada lado de la frontera de la
mayoría absoluta en las elecciones de Grecia y, por tanto, con más o menos
holgura dirigirá el país a partir de los próximos días. Las perspectivas políticas
que se abren son las más interesantes desde la caída del Muro de Berlín. De entrada se me
ocurren seis:
1. Será la primera vez que la extrema izquierda gobierna un país
europeo y aplicará las medidas de su programa.
2.Se despejará la incógnita de si los manejadores del
descontento popular por la crisis son también quienes le ponen remedio .
3. Podremos comprobar si la telegenia y la habilidad retórica sirve también para la creación de
puestos de trabajo dignos.
4. Constataremos las diferencias entre el discurso de Tsipras, dirigido a
los oídos la masa que sufre, y la aplicación real de su programa de gobierno
porque ya se sabe que se liga vestido pero se folla desnudo.
5. No valdrá descubrir que aún persiste el principio lampedusiano de que todo cambia para que siga igual en su parte
esencial porque en realidad no se puede evitar.
6. Se abre una partida a cara o cruz. El eventual fracaso de
las expectativas abiertas por Syriza permitiría el regreso a galope de la caballería de la derecha radical. Y esos saben qué hay que hacer.
Es evidente que consideraría mucho más útil y estable una
coalición de Syriza con una nueva y más valiente socialdemocracia; pero como
demócrata europeo me siento avergonzada de las presiones, amenazas y desprecios
que Merkel, Juncker, el FMI, el BCE y compañía han ejercido sobre la soberanía
electoral de los griegos ante la apuesta por la izquierda radical.
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