En cualquier circunstancia, el trabajador/a, siempre disponible y sonriente, día y noche, invierno y verano Foto de Wallter Lindlar (Wieswaden 1959) |
Presencio de cerca una de las novedades del museo de los
horrores laboral: un recepcionista de hotel es despedido pero la empresa le aseguran que
solicitarán sus servicios con cierta frecuencia si adopta la condición de
trabajador autónomo. Ahora trabaja un 80% de las horas y sus ingresos son de un
40%. Y no sabe si mañana lo llamarán para trabajar. Se ha instalado en la
angustia.
El caso no es una excepción. Hoy la empresa se sustenta con
el capital y se desarrolla, según sus necesidades, con los servicios eventuales
del trabajador externo disponible las 24 horas. Es la versión contemporánea de
los braceros del campo que acudían de madrugada a la plaza para que el capataz del
amo contratara para la jornada a quien le viniera en gana, sin ningún
compromiso. Es uno de los retratos de la España moderna que están forjando a
martillazos con la Reforma Laboral y la poco discreta satisfacción del
empresariado.
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