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domingo, 17 de abril de 2016

¿Es mejor lo nuevo?


 


Suelo ser un mal entrevistado porque sufro el "síndrome del momento de cerrar la puerta"; es decir, las mejores respuestas se me ocurren después de que cierro la puerta del lugar donde he sido entrevistado y me voy. En uno de esos trances (Pere Cerón, SER Baleares) me preguntaron mi opinión sobre la nueva política. En el blog disimulo balbuceos y anoto lo elemental.

Los publicistas americanos de los años sesenta (los Mad men) inventaron el adjetivo NUEVO para relanzar productos tradicionales. Yogures y detergentes eran las estrellas: el NEW Danone o el NEW ACE, que eran en un 99,9% el producto de siempre pero, con una discutible y mínima innovación, aparecían como artículos nuevos que había que comprar. La llamada NUEVA política es un producto similar.

La palabra NUEVO no tiene el menor valor cualitativo sino solo temporal. Por otra parte, supone hoy una elección perdedora porque, al ritmo de las transformaciones, lo nuevo se convertirá mañana en viejo, a veces incluso el mismo día. Prefiero otros calificativos aplicados a la política: ÚTIL, SERIA, RESPONSABLE, FIABLE, COMPARTIDA, LEAL, PUNTERA, CERCANA… pero NUEVA, desde luego, no.

No quiero aprovecharme de la actualidad y las negociaciones para formar gobierno pero, francamente, no puedo otorgar mejor nota a lo nuevo sobre lo no tan nuevo.


  

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