Dos vistas del Paseo Marítimo en el siglo XX |
El XIX fue siglo de innovaciones técnicas y grandes inventos que deslumbraron al
mundo y abrieron un horizonte nuevo de la vida en el planeta - el progreso - que debía proporcionar un
inmenso bienestar a sus habitantes.
El siglo XX
fue el de la masificación de tales avances, que se produjeron y se aplicaron intensivamente
en la vida cotidiana de la ciudadanía.
El siglo XXI
será, está siendo, el del sufrimiento de los efectos secundarios de aquellas
innovaciones, una vez llevadas al límite.
Con estas
sencillas pinceladas resumió ayer Carlos García Delgado su intervención en uno
de los interesantes encuentros del grupo Palma XXI, dedicado al estudio de
propuestas para mejorar la ciudad. Dio en el clavo.
Las
energías, el automóvil, la construcción, el desarrollo turístico, el gran
comercio, la expansión urbana… que debían ser palancas de impulso de las
ciudades, se han convertido en el monstruo devorador de la vida ciudadana a
escala humana.
Más allá de
retazos de nostalgia de la ciudad bella, recoleta y tranquila que fue hace tan
solo unas décadas, el diagnóstico sobre la Palma actual no es para echar cohetes.
Lo curioso es que no es fácil encontrar a los responsables del desaguisado.
Porque lo somos todos. En mayor o menor medida, por acción o por omisión, pero todos.
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