Sí, de acuerdo, me uno a
quienes jamás hubieran pensado que un día verían a una Infanta, hija y hermana
de Reyes, sentada en el banquillo con acusaciones de maquinación económica para
lucrarse.
Solo quienes trabajamos en redacciones de periódicos al inicio de la
democracia recordamos la ristra de adjetivos reverenciales que debían acompañar
la mención del Rey en cualquier comentario. En
realidad, el cheque en blanco a la monarquía se mantuvo, mal que bien, hasta
que fue abatido el elefante de Botsuana. Entonces comenzó el verdadero Calvario para los
Borbones. La infanta Cristina llega ahora con la cruz a cuestas. ¿O quizás no? Tengo mis dudas.
Confieso que me sorprende
cómo el Gobierno Rajoy se desgañita en la defensa de la implicada a través de informes exculpatorios de Hacienda al tiempo que alardea de que todos los españoles somos iguales ante la ley. Me sorprende cómo el fiscal Horrach - dependiente del Fiscal General nombrado
por el Gobierno- entrega la última gota de sangre para salvar a la acusada. Me
sorprende que la abogada del Estado consienta ser el chascarrillo de la primera
jornada del juicio con su relevación de que Hacienda solo es de Hacienda…
Si eso es lo que hemos
visto… no quiero ni pensar el monstruo que no hemos visto. Las cuadernas crujen
por presiones insostenibles. Francamente, huelo a absolución de la Infanta,
incluso sin recurrir a la doctrina del difunto presidente del Banco de
Santander. Un colosal ejército de salvación se ha puesto en marcha. El mono de Undargarín se llevará toda la leña.
El juez Castro, héroe de
relato, cae simpático y reparte buenas zascas. Es una pena que de tanto
admirarlo no prestemos atención a la calidad de la instrucción de este caso. Una
cosa es el jabón y otra la espuma, también en la Justicia.
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