No es un problema político sino, me atrevería a decir, de
civilización: el manjar más apreciado por el grueso de la población es la superficialidad
y el entretenimiento constante con huecas bagatelas sin pies ni cabeza. Las televisiones
lo saben y ofrecen a diario horas de carnaza en la programación. Espejitos y
abalorios para los indígenas a cambio de oro publicitario. La lectura de libros se desmorona
y aumenta la de miles de citas cortas y lapidarias, con foto del supuesto autor,
en las redes sociales. El conocimiento riguroso se sustituye por un flujo de información
ligera pero constante. Nadie lee “Guerra y paz”; para triunfar basta con explicar
alguna anécdota del príncipe Bolkonski publicada en “Muy interesante”.
La política sucumbe también a esas groseras demandas de
superficialidad. La acción política ha de ir acompañada del gesto para darle proyección
visual, pero la tendencia es que solo se trabaje el gesto. Es el punto fuerte de
las nuevas fuerzas emergentes: en las negociaciones para formar el Govern de
Balears, esos emergentes han gastado mucha saliva en la necesidad de abrir los
jardines de Marivent – decisión adecuada, por otra parte - pero muy poca en la
puesta en marcha de políticas activas para la creación de empleo, que hoy es el
primer problema social.
El facilismo – por no utilizar otros términos - se aprende
pronto. Además, cuenta con el aplauso fácil, no solo de los más desinformados.
Y, encima, es electoralmente rentable. Lo tiene todo. La culpa de que tengamos
una tasa de paro del 24,5% siempre la tienen otros. Bueno, en realidad no
importa porque más gente gozará de tiempo libre para pasear por Marivent.
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