Doce
horas después de los resultados de las elecciones andaluzas me llama la atención
que casi es más importante la nómina de fracasos que la de éxitos.Fracasos
tangenciales, pero fracasos al fin y al cabo.
En primer lugar, el fracaso del PP. Esta mañana Rajoy se fumará un
puro después de desayunar, pero su partido ya ha sufrido su primer desplome
electoral que lo proyecta hacia otros de mayor calibre. Al tiempo.
Han fracasado los startuiteros, los arrogantes maestros de los 140
caracteres, sobrados y despreciativos. Su fracaso se prolongará todavía unas
semanas porque su engreída pedantería les impide ver la realidad y seguirán
forzando las matemáticas del dos más dos.
Han fracasado los perspicaces hermeneutas de la voz del pueblo, los verdaderos
interpretadores de la auténtica voluntad de las personas honradas como ellos. Les
ha faltado un pelo para llamar tontos a un millón y medio de andaluces que han
votado al partido que ha ganado ampliamente las elecciones, el PSOE.
Han fracasado quienes ven en el fin del bipartidismo – por el mero
hecho – la solución a todos los problemas de España. La gente prefiere la
ausencia de mayorías absolutas, es cierto, pero la mayoría de quienes esgrimen
ese dato olvidan que, a continuación, la ciudadanía añade que las soluciones
son mejores si son fruto de acuerdos entre todos. Ahí quiero ver ahora a los
adalides de la nueva foto del cambio.
Fracaso del amor político. Fin del idilio entre Tania y Pablo con
formato de ¡Hola Electoral! Solo podría ser superado por Elvira tirando los
trastos a la cabeza de Mariano al abandonar La Moncloa precipitadamente.