La playa de mi barrio es Can Perantoni, la playa urbana del centro de Palma. LLego en un cuarto de hora a pié. A pesar de que tiene una panorámica impresionante con el ábside de la Catedral al fondo, es una playa modesta, poco prestigiada y hasta ignorada por la fauna náutico/pija del Club de Mar. Está frecuentada en gran parte por la inmigración de los barrios aledaños (algunos muy populares, como el Polígono de Levante) compuesta por panchitos, subsaharianos y pakis.
A última hora de la tarde se organizan fabulosos torneos de futbol con dos cañas clavadas en la arena que hacen las veces de porterías. Para un observador no es fácil reconocer los equipos puesto que los jugadores - todos de raza negra - van solo en bañador. Con todo, la pasión que ponen los contendientes da idea de la trascendencia del encuentro. Los pakis montan partidos de voley, también con dos cañas y un cordel que hace de red. Cuando oscurece surgen graves discusiones sobre si el balón ha pasado por encima o por debajo del cordel. Los equipos son ilimitados en número; juega quien quiere jugar. A veces se reúnen más de treinta en el terreno de juego, marcado por unas líneas sobre la arena hechas con el pie.
Casi cada día pasa un crucero gigantesco, que nos fascina a todos por el efecto Amarcord. Le saco una foto y queda una interesante marina.
Es la otra Mallorca.
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