+1 Los ataques a la libertad nunca son anecdóticos y exigen rebeldía. Foto: Alabama 1956 |
1. Escribo bajo el
impacto del reglamento de la Ley de Símbolos, que ayer entró en vigor en
Balears. Desde las primeras líneas me ha olido a la prosa detallista, autoritaria
y paranoica de las dictaduras, un tufo a naftalina de las primeras normativas
nazis para el gueto judío de Varsovia o de los edictos de los alcaldes
falangistas en la postguerra. En realidad tienen un denominador común evidente: una amplia
relación de lo prohibido y para el resto hay que pedir autorización expresa.
2. No me tranquiliza
saber que se trata de la obra de un obseso anticatalanista y su escudero, que
sufren del mismo mal: ignorancia aleada con maldad y un enfermizo espíritu
totalitario. Como a Nerón, no les importa que arda Roma. Cuando se ejerce el
poder institucional a través del trastorno, la ofuscación y el desequilibrio es
fácil romper la cáscara del huevo de la serpiente y, entonces, la picadura mortal a la
libertad está más cerca.
3. No será fácil explicar
a los amigos de la península que en los centros educativos de Balears no se puede
exhibir libremente la bandera que el Ayuntamiento de Palma en pleno y primeras autoridades transportan con gran ceremonial cada 31 de diciembre
para celebrar la entrada en Palma del rey Jaume. Creo inútil recordar que los recortes a la libertad jamás son
menores ni anecdóticos; en consecuencia, exigen rebeldía.
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