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miércoles, 21 de diciembre de 2016

Se acabó el belén

Una de las polémicas navideñas de Barcelona es el belén municipal de la Plaça Sant Jaume. Durante décadas, el Ajuntament ha expuesto las más diversas visiones del belén; algunas muy innovadoras y creativas, con abundancia de detalles y guiños que divertían a niños y mayores. Pero este año el belén ha sido sustituido por una instalación que, bajo el título de alegoría navideña, presenta escenas surrealistas, otras de misterioso simbolismo y la mayoría ni se sabe. Una obra probablemente de gran nivel artístico pero que no corresponde en absoluto a las expectativas de los visitantes porque es más digna de estar en una galería de arte que en las calles que transpiran algarabía navideña. Los niños, muchos de ellos llegados de otros barrios en busca del colosal belén de la Plaça de Sant Jaume, muestran caras de decepción: “¿Pero dónde está el belén?”.

El caso no deja de ser una anécdota ciudadana sin importancia pero visualiza el instinto político de la alcaldesa Colau en particular y, en general, de las nuevas fuerzas políticas que la han votado: el uso continuo, obsesivo y abusivo, del gesto diferenciador, el gran afán por enterrar todo cuanto les ha precedido porque  es viejuno. 

El episodio del belén trasluce una esotérica visión laicista de la iniciativa municipal, unas sorprendentes ganas de demostrar que “a nosotros no nos va la religión y mucho menos la Iglesia”, sin ni siquiera pensar que una inmensa mayoría de la gente que visita el belén de la Plaça de Sant Jaume son, al menos, tan laicistas como ellos pero consideran que el conjunto de figurillas con nieve de mentira forma parte de la cultura navideña al mismo nivel emocional que los canelones hechos con “carn d’olla”.

Imagino que algunos responsables institucionales de nuevo cuño se levantan temprano pensando cómo diferenciarse de la “vieja política”, lo cual no es malo en sí mismo pero, lamentablemente, el cambio se inclina más hacia gesto que a la acción. Gran parte de la política institucional se sustenta hoy con camisetas de eslogan, discursos rufianescos compuestos con “memes” encadenados uno tras otro, exhibición de cartelitos en los escaños i gags televisivos como besos sorprendentes o bebés en los hemiciclos. No se invierte la misma energía y creatividad en la creación de empleo, la creciente desigualdad, la proyección internacional o la modernización tecnológica. 

Me temo que se impone la máxima lampedusiana: “Es preciso que todo cambie para que todo siga igual”. Y muchas cosas no deben seguir igual. El belén de la Plaça de Sant Jaume, sin embargo, sí.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

La sombra y la codicia de "Il Settore" son alargadas

Es curioso. Los hoteleros de Balears pueden tener cientos de miles de plazas turísticas en sus establecimientos (deben estar en torno a las 300.000). A los ciudadanos, sin embargo, se les persigue cuando en una casa de su propiedad ofrecen 2 plazas con las que aumentar sus ingresos, a menudo insuficientes. La Ley de alquileres turísticos machacará a cualquier ciudadano que quiera – en muchos casos le es imprescindible para sobrevivir – convertirse en micro-hotelero. Aquí, hoteleros solo hay unos.

En el Govern han tenido la posibilidad de regular el alquiler vacacional en pisos para que todos paguen los impuestos y tasas que correspondan sin especulación, pero han preferido maltratar y demonizar a los propietarios  de pisos que son, en gran mayoría, gente de la triturada clase media. Se les adjudica públicamente la culpa de los excesos turísticos.

Hoteleros y cruceros inundan el centro de Palma con millones de sus clientes. Los vecinos sufren la avalancha de agobio y ruidos con resignación. Se han multiplicado las terrazas de oferta pésima y precio de turista en los espacios públicos ciudadanos. Pero si un ciudadano quiere alojar a dos de estos turistas y ganarse un plus a sus magros ingresos, se le sataniza y se le complica la vida.

Sin ningún problema se puede instalar un bar con terraza en los bajos de un edificio. No se precisa autorización de la comunidad de propietarios. Ruido y molestia para los vecinos hasta pasadas las 2 de la madrugada. Pero ninguno de estos mismos vecinos puede alquilar su piso a un par de turistas.

La sombra de gran parte de los hoteleros – así como su voracidad – es alargada. Al menor indicio de competencia o resistencia a sus intereses y beneficios, rompen la loza y amenazan. Cualquier Govern de Balears, sea del signo que sea, lo ha sufrido.

En las Islas cuando se habla del “Sector” todos saben de quién se habla. No me extrañaría que acabaran llamándoles “Il Settore”… 

martes, 13 de diciembre de 2016

El cuarto oscuro del festín turístico

Las celebraciones en Balears por las buenas temporadas turísticas - recientes y, previsiblemente futuras - tienen un cuarto oscuro en el sótano. Allí se encuentran las 25.000 familias en desempleo y sin ninguna prestación, cifras de registro oficial que, como es lógico, la realidad se encarga de aumentar. En ese cuarto oscuro solo llegan ecos de la música del baile de las plantas superiores.

Los sindicatos han destacado que a pesar de que la temporada se ha alargado, los contratos de trabajo se han acortado. Es el modus operandi de gran parte del empresariado del sector, que se sabe de carrerilla el articulado de la Reforma Laboral del PP. De ahí los miles de familias sin ningún tipo de ayuda desde que les cierran la puerta del trabajo en octubre hasta que se la vuelvan a abrir, allá por el mes de abril. No han acumulado los necesarios meses de trabajo para cobrar prestación.

Como siempre, los beneficios se reparten de arriba abajo y disminuyen a medida que descienden, de modo que la desigualdad es todavía mayor. Nunca fue tan verdad que un país de ricos no es un país rico. Una encuesta de la Fundación Gadeso señala que por cada 100 € que gastarán las clases pudientes en las fiestas de Navidad, las más necesitadas solo gastarán 14 €. Como es lógico siempre que se habla de estadística, algunos gastarán todavía menos.

Si eso ocurre en tiempos de bonanza económica no quiero ni pensar qué ocurrirá cuando vuelvan los nubarrones.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Son los salarios, estúpido

Rajoy y los monaguillos del PP han roto definitivamente el cerdito/hucha de las pensiones. Se ha quedado en nada. Más allá de la metáfora, se trata de una dilapidación sin miramientos del Fondo de Reserva de la Seguridad Social que ha puesto a los jubilados al borde del precipicio. Los voceros del PP pronto resucitarán lo de “no nos lo podemos pagar”, mentira previa a los recortes de pensiones. Lo mismo ha ocurrido con los parados, que están al más bajo nivel de cobertura de la historia.

Antes de que nos vengan con llorosos argumentarios de penurias conviene dejarlo claro: “Son los salarios, estúpido”. Los  magos económicos del PP, con Tarjeta Black en el bolsillo, confunden el empleo con el empleo digno, aquel que no crea angustia cuando se acerca final de mes i permite algunos proyectos de futuro. Con su Reforma Laboral, Rajoy ha condenado las clases medias y trabajadoras a salarios de miseria.

El ciclo es muy sencillo: esa reforma laboral permite salarios más que bajos y precarios. Obviamente, baja el consumo interno y, por tanto, las empresas cotizan menos a la Seguridad Social. Los beneficios bajan y, en consecuencia, los ingresos de las arcas públicas y los fondos para pagar a pensionistas y parados se resienten. Así de simple. Con salarios recortados y empleos de cuerda floja no habrá recuperación económica real. Hasta que eso no se corrija viviremos con demasiadas economías familiares prendidas por alfileres, que se irán al garete a la menor brisa.

Para Balears los salarios turísticos dignos son vitales. La realidad es que, tanto en ese sector como en muchos otros, “sí se pueden pagar”. Las palabras del empresario Antonio Catalán (“No estoy dispuesto a ganar dinero sacrificando al personal”) deberían convertirse en Ley y sancionar a quien la infrinja.